diciembre 03, 2006

Veracruz

Me despertó la lluvia. La boda de pueblo nos había dejado encerrados en la obra negra que había servido de salón de fiestas. Todos habían huido a sus casas según se los permitieron el lodo y el alcohol. Pero mis padres y yo cedimos la habitación de hotel a los recién casados. Y nos quedamos en la obra negra que ya les servía de hogar. No había puertas ni ventanas. Y el calor veracruzano no me hacía echarlas de menos. Sólo los moscos.

Entre la lluvia torrencial recordé el son de la bruja. Me reí de mis miedos infantiles. Un inmenso patio separaba mi cuarto del otro en el que se quedaban mis padres, y no estaba dispuesto a cruzarlo sólo por el recuerdo de un son que además me gusta mucho. Volví a quedarme dormida.

Me despertó un ruido. Seguía la lluvia. Quise darme la vuelta pero en el hueco que anunciaba la puerta distinguí una luz. Algún velador, supuse. Pero en seguida el ruido estuvo más cerca. Decidí salir del cuarto. Era peor quedarme ahí imaginando cosas.

-Te desperté, lo siento –el hermano de la novia.

-Ah, no te preocupes, como quiera la lluvia no me deja dormir.

-Es que trabajo de velador aquí enfrente, vine por un café, ¿quieres algo?

-No, gracias.

Me sentí una niña. Me intimidó la naturalidad con que llevaba el torso desnudo. Los brazos de trabajo, el abdomen de trabajo, la cintura de trabajo. La fuerza que se adivinaba en sus manos. El color moreno de su piel.

-Si quieres puedes quedarte un rato, sirve que me ayudas a no dormirme, y si te aburro te ayudaré a dormir.

Caminamos hacia lo que sería la entrada. Escuché la respiración pausada de mis padres al otro lado.

-Eres extrovertida, te llevaste las palmas en la tarde -reí. Recordé las coplas inventadas al vuelo.- Mis amigos quedaron impresionados, fueron ellos quienes pagaron otra hora para seguir escuchándote.

-No suelo ser así, no sé qué me pasó.

-El tequila.

-Tal vez.

-Todos terminaron bien borrachos. Hasta se llevaron a mi prima cargando.

Me gustan los frijoles, el tequila y la cerveza, las blusas y faldas de manta. Me gusta la piel morena.

-¿Cuántos años tienes?

-Diecinueve. Bueno, dieciocho, en un mes cumplo diecinueve, ¿y tú?

-Veintisiete. Creo que soy un viejo para ti, ¿verdad?

-Jaja, no. Bueno, no sé. Más bien creo que yo soy una niña para ti.

Me miró. Me preguntó si me gustaba más la ciudad o el campo. Sería difícil decir. Me gustan las calles estrechas y empedradas de los pueblos mineros, el frío que da la altura de las montañas y la niebla de los días lluviosos. Me gusta la selva comiéndose las construcciones olvidadas, el tumulto majestuoso de las olas en las playas y la brisa mareando con su fuerza. Me gusta escuchar el paso de la lluvia en pleno campo, las tierras recién sembradas y los animales pastando. Me gusta ver la tierra rebosante de maizales, nopales y magueyes, y el frío seco que acompaña esos lugares. Me gustan los cafés de las grandes ciudades, la vida única y diversa reflejada en el metro, los enormes edificios testigos de la historia.

Una respuesta enorme que no alcancé a formular. Sólo le respondí que me gustaban ambos sitios, y él –ya ni siquiera recuerdo su nombre- se sonrió pensando que lo decía por decir cualquier cosa, que en el fondo sólo era una niña de ciudad que se quejaba de los mosquitos.

-¿Y te gusta la gente del campo?

-Mi padre es de campo.

-¿Te gusta la gente de aquí?

-Mucho, creo que no había disfrutado tanto una fiesta.

Dejó su taza en el piso, tomó mi cintura, sentí mis ojos abriéndose en la sorpresa y me besó.

Entonces mis manos recorrieron mi sorpresa en ese torso que me hacía sentir tan niña. Me levantó en vilo, tan ligera que acentuó mi niñez. Me recostó en el catre y siguió besándome. La lluvia seguía cayendo. La lona que hacía la vez de techo era un globo a punto de reventar a fuerza de agua. Pero resistía. Y resistía yo los embistes de ese hombre que se me antojaba enorme en mi cuerpecillo delgado y núbil que se deshacía bajo su peso. Me quitó la blusa toda sudada de la fiesta, de la noche, de la batalla que librábamos, y pronto aparecieron mis senos, pequeños y escurridizos. Los besó. No tiernamente como había imaginado que serían besados algún día, sino a mordidas no del todo piadosas. Mordí mi mano para no gritar. Sus mordidas siguieron bajando y me quitó el pantalón. Y escuché mi gemido.

Asustada, volví a morder mis manos, destrozándolas a cada movimiento de su lengua en mi sexo, mientras miraba cómo la lona estaba a punto de estallar de tanta agua contenida. Sentía sus giros, sus entradas, sus salidas. Su lengua en mi sexo y mis manos destrozándose. Mordió mis muslos. Y entre el dolor de sus mordidas y el calor de su lengua fui tranquilizándome. Entonces sentí una mordida aún más fuerte que las anteriores en mi pantorrilla izquierda. Apreté los dientes. Y volví a morder mis manos sintiendo una vez más su lengua en mi sexo. Esta vez no duró mucho. Miré la lona, ya no resistiría más. Cerré los ojos, sentí que el mundo y yo nos hacíamos agua…

Y el estrépito. El agua alcanzó a salpicarme y me regresó a tierra. Él saltó por la ventana y yo me vestí aprisa. La lona al fin se había roto y había una especie de lago entre las dos habitaciones. Las mesas y sillas de la fiesta estaban llenas de lodo. Mi madre comenzó a llamarme. Me asomé a la puerta para tranquilizarla. Él llegó por la entrada principal preguntándonos si estábamos bien. Me ayudó a cruzar para llegar a donde estaban mis padres. Yo, asustada. Él, como quien acaba de llegar. Ya no volví a dormir en toda la noche.

A la mañana siguiente, mientras subía al auto para irnos a casa y miraba crecer un moretón en mi pierna, él sonreía y decía adiós con su mano.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

lluvia lluvia lluviaaa....

ha sido algo recurrente eso en los cuentos de por acá.. pero no podría esperar nada más de Veracruz... y sus mosquitos...

aunque no tiene nada que ver, recordé el ingenio y los cafetales de ciertos parientes de aquéllas tierras, todo encajaba, todito.

se sufría un poquito tanta mordida, pero se sabe que no son tan malas.

Anónimo dijo...

¿la ciudad o el campo? Parece cuento de ratones...

Sin embargo "Mordí mi mano para no gritar" aunque lugar común, invita a la imaginación... me gustó

Xitlally Romero dijo...

jaja es cierto, eso de ciudad-campo parece cuento de ratones, no lo había notado, lo tomaré en cuenta =).

Anónimo dijo...

Definitivamente lo mio es la lluvia...gota, a gota, a gota, a gota.

Mmmm...mmm...creo que es lo más explicito que te he leido, aquello no es tan solo una observación.

Ha...hay muchos factores...la violencia es lo que más me impacta creo...no me late eso de las represiones y creo que una cosa lleva a la otra.

En fin. A eliminar el sufrimiento...tu que me entiendes.

Paz, amor y armonía,
DBS

Anónimo dijo...

Cute text, hot sex

Pero ya es día 16 y no veo actualizaciones... ¿Que acaso el frío ha calmado tanto las líbidos?

Anden, chicas, sorpréndanos.

Anónimo dijo...

gaby ponce: este es el cuento tuyo que más me ha gustado. me encantó!

yolanda jimenez dijo...

me gustó sentirse niña...
rico.

que gusto tenerlas de vuelta.

Roboboro dijo...

puto encantador...