“Voy a contar hasta diez para que te alejes y luego iré tras de ti… Uno…” Ella no escuchó el dos y corrió hacia su casa, divertida. Una pareja había visto la escena desde la acera, al otro lado de la calle. Llegó sin aliento, sorprendida de que no la hubiera alcanzado, y se le ocurrió una idea.
Él intentó abrir la puerta pero la puerta se detuvo. Ella se burlo de él: la puerta tenía picaporte. Intentó alcanzarla y tomarla por el brazo. Fue fácil esquivarlo. Lo recorrió de abajo arriba, provocándolo. Subió un dedo a su boca, lo cubrió con sus labios y lo enredó en su lengua. Pronto sus caderas adquirieron ritmo. Se acarició los senos. Lanzó una carcajada y pensó en abrirle. Él la detuvo con sus palabras.
“¿Sabes qué voy a hacer? Voy a sacármela y me voy a masturbar aquí afuera, viendo cómo te tocas”. Ella le dio la espalda y provocó en su cintura. Pasó las manos por sus nalgas y bajó flexionando las rodillas. Sabe que él adora su trasero. Se quitó la playera y al voltear descubrió que él había cumplido su amenaza. Estaba ahí, acunado hacia la puerta, masturbándose. Con el peligro de que alguien pasara y lo viera haciendo eso casi en vía pública.
Se quitó el pantalón, sin prisas, y volvió a recorrerse con sus manos en ropa interior. Negra. Deslizó sus pies en las sandalias que se había quitado. Él lanzó un pequeño gemido cuando ella introdujo su mano bajo su panti. Sintió la humedad en sus dedos y se abandonó a la sensación de saberse observada. Cerró los ojos después de haber encontrado en su mirada el deseo que quería provocar.
Sintió en sus manos de mujer un placer de hombre. Imaginó sus propios gestos en la respiración agitada que escuchaba a su espalda. Su cuerpo se volvió hermoso de deseo. Él se endurecía en el colmo de la excitación, mirando cómo se poseía a sí misma. Lanzó un rugido. Quería poseerla. Ansiaba poseerla. Ella escuchó el rugido en su vientre y no pudo más.
Ella quitó el picaporte. Él entró a la casa. Ella lo miró. Él la tomó de la cintura y la llevó al cuarto. Ella apagó la luz. Él la tiró a la cama. Ella le quitó la camisa. Él descorrió el cinturón. “Voy a contar hasta diez para que te alejes y luego iré tras de ti… Diez.”