noviembre 15, 2005

Unhappy Birthday

Because you're evil, and you lie
-The Smiths


Se me va a ensuciar la falda del uniforme. Es lo primero que pienso cuando Guillermo me empuja sobre el escritorio. Está lleno de pintura que dejaron los de 5° semestre en la clase anterior. Eso debería de preocuparme, porque en 15 minutos tengo examen de Historia y va a ser medio difícil que el maestro me dejé presentarlo si mi uniforme está sucio. En fin, supongo que le diré que fue un accidente.

Después de todo, esto es un accidente. Yo venía caminando tranquilamente de dejar a Roberto en su salón, directo a estudiar un poco antes del examen. Pero en el camino me encontré a Guillermo, con la cabeza fuera del taller de pintura.

"Sofía, ¿te puedo enseñar algo?"

Me encogí de hombros y entré al salón. No había dado ni cinco pasos cuando él cerró la puerta. Caminé entre los escritorios, pensando que en alguno estaría su gran obra, pero (aunque todos estaban llenos de papeles y pintura) en ninguno había algo terminado. Cuando volteé la cabeza para preguntarle qué quería enseñarme, me di cuenta de que estaba junto a mí.

Guillermo es el niño más guapo de la escuela, y yo sé que le gusta mi hermana Julieta. O eso creía, porque mientras pensaba esto, él ya se estaba acercando a mí y me estaba agarrando la mano. Yo no dije nada, sus manos son las más suaves del mundo. Me quedé ahí, callada, esperando que me explicara o me llevara a donde estaba lo que seguramente debía ser un regalo para mi hermana. Pero él no hizo ninguna de las dos cosas. Se quedó parado, con mi mano en la suya y demasiado cerca de mí.

Sentí su otra mano en mi cintura y, entonces, definitivamente empecé a respirar más rápido. Roberto ni siquiera me pone la mano en la cintura cuando bailamos. Nunca he bailado con Guillermo, pero supongo que lo que va a enseñarme no es un baile. En realidad, lo que hizo fue darme un beso. En la boca. Yo intenté dar un paso hacia atrás, pero sus dos manos y el escritorio más cercano me lo impidieron. Nuestras bocas se separaron un poco. Pero cuando intenté ver su cara, sólo encontré que sus ojos eran verdes y que sonreía antes de besarme de nuevo. Esta vez no me moví. Bueno sí, pero no con los pies. Es que sus labios eran todavía más suaves que sus manos. Empecé a mover los labios también, sacando la lengua de vez en cuando para probar los suyos. Supongo que es normal, porque él hacía lo mismo con la suya. Roberto nunca ha hecho eso.

Guillermo puso su otra mano también en mi cintura y me empujó hacia atrás. Así es como vine a dar al escritorio. Creo que yo puse las manos en el cuello para ayudarlo. Seguro mi falda se está ensuciando. Sus manos se mueven de mi cintura a mis piernas, y las abren para que él pueda acercarse en vez de estirar el cuello mientras nos besamos. Mi lengua ya no está tan ocupada con sus labios como con la suya. Mi garganta hace un ruido extraño, como si quiera gritar, pero con la boca cerrada. Supongo que por eso me sorprendo cuando me doy cuenta de que sus manos siguen en mis piernas. Bueno, en mis muslos. Él está entre mis piernas.

Una de sus manos se mueve debajo del uniforme y la otra me aprieta el trasero, empujándome hacia la otra, que se sigue moviendo hasta llegar a mi ropa interior. Entonces, todo se siente demasiado bien. Yo bajo los brazos a su cuello (en algún momento habían subido a su cabello) para poder acercarme más, y escucho más ruidos de mi garganta y de la suya. Su mano se acerca y se aleja y mis caderas hacen lo mismo, ayudadas por mis piernas.

Definitivamente ya no puedo concentrarme en los labios. Muevo la cabeza a un lado y empiezo a respirar rápidamente. La cabeza de Guillermo se queda en su lugar. Luego sus labios se acercan a mi cuello. Eso se siente mejor.

Yo me sigo moviendo y haciendo ruido. No podría callarme aunque quisiera, pero lo cierto es que no quiero. De repente, su mano hace a un lado mis calzones y sus dedos hacen un movimiento que no entiendo, porque estoy demasiado ocupada moviéndome e imaginando toda la sangre de mi cuerpo en ese lugar. Siento demasiado placer, quiero quedarme aquí para siempre. Entonces grito. Si alguien pasa va a pensar que me estaban matando.

Empiezo a respirar como si le hubiera dado 20 vueltas a la cancha del patio. Abro los ojos y me doy cuenta de que Guillermo me está mirando. Tiene una sonrisa que no le había visto nunca. Saca su mano de mi falda, embarrando algo en el camino. Da un paso hacia atrás, sonríe y mira fijamente a un lugar del escritorio, junto a mi falda. Volteo, inconscientemente acomodando mi falda, y leo:

“Roberto + Sofía 4 ever”

Él, por otro lado, acerca su cabeza a mi oído y dice:

“Feliz cumpleaños”