septiembre 17, 2006

de segunda mano

The carpet, too, is moving under you
And it's all over now, Baby Blue.

yo no estaba ahí contigo. yo no era el que miraba el cabello suelto, vestido corto y zapatos extranjeros. yo no había sido invitado a esa fiesta en un jardín gigante, con una casa en el centro y una pequeña palapa en la esquina, como lo recordaba de una noche antes. alrededor los mecheros que expiraban olor a aceite, suave en comparación con el hedor a cigarro del que te habías impregnado.

yo no estaba sentado en la silla de al lado y tampoco te contaba al oído un pequeño relato. uno gracioso como para desconectarte del ritmo de la música, para que te hubieras reído. yo no podía temerle, yo no los estaba mirando. yo no vi el roce accidental de su boca y tu risa suelta con las cosquillas y no tenía presente el tiempo que se estaba haciendo más largo.

yo no te vi tumbar con la barbilla uno de los tirantes, dejando pasar las llamas a tu hombro por un momento. yo no vi sus ojos crecer; estaba en otro lado, en otro tiempo. yo no escuché las palabras para invitarlo a un lugar más cómodo, aquel sillón a la mitad de la cochera o ese ensombrecido pedazo en el jardín.

yo no estaba en medio de los dos, ni detrás de ti. yo no olvidé tu nombre, no era él. yo no probé tu piel de humo, yo no pude morder los huesos de tu cadera. yo no sentí las sábanas de la cama color menta; ya me las había llevado. yo estaba en mi sala, en mi oficina, en mi carro, en mi escritorio con la primera tapando los recuerdos, y como si fuera tu cuerpo, la segunda mano.

septiembre 03, 2006

Do you remember the first time?

“You’re gonna let him bore your pants off again”
-Pulp

Sé que ya me tengo que ir. Son las cuatro y media. Voy a llegar tarde mañana. Pero no puedo irme, en realidad, porque él está ahí. No puedo parecer una señora aburrida cuando él está ahí. O una niña buena, lo que sea. No es que no lo sea, cualquiera de las dos, sino que preferiría que él no lo recordara.

Siempre fue sumamente divertido. Me acordé de eso cuando lo vi sentado junto a mí en la barra. Ni siquiera me había visto, tan ocupado estaba fumando y platicando con alguno de sus antiguos camaradas. Lo vi dejar su cigarro en el cenicero y mover el cabello de su fleco hacia atrás. Antes tenía el pelo largo, y ese gesto tenía sentido.

Decidí saludarlo, porque, bueno, estaba sentado junto a mí, en algún momento tendría que hacerlo.

“¡Hola!”, me dijo. Parecía realmente feliz de verme.

“Hola, ¿cómo te va?”

“Muy bien, ¿y a ti?”

Lo puedo ver. Puedo ver lo bien que le va. Lo bien que se siente, sentado ahí con sus amigos de siempre, quienes me saludaron (con menos efusividad), mientras daban un trago a sus cervezas. Ciertas cosas nunca cambian. Su pelo lo hizo, como ya dije, pero sigue siendo el mismo. Pude ver que no se rasuró antes de venir. Creo que la única vez que lo hizo fue la primera vez que salimos.

Sentí que la situación era incómoda. Estar sentados juntos nos obligaría a platicar, o al menos a reconocer nuestra presencia. Así que me levanté e indiqué a algún lugar indiferente, y dije que iba a buscar a unos amigos.

Tal vez ni siquiera lo duda. Tal vez ni siquiera piensa en mí lo suficiente como para preguntarse si lo que digo es cierto o no. Yo por otra parte, no puedo dejar de preguntarme cosas cuando él está cerca. Tampoco es como que lo haga todo el tiempo, pero verlo ahí, en la misma silla, con las mismas personas, con la misma ropa, tomando la misma marca de cerveza, fumando la misma marca de cigarros; hace que las cosas parezcan como eran. Excepto yo.

La primera vez que vine fue con él, desde luego. Yo no hubiera sabido que tal lugar existía, antes de él. Pero no era algo que fuera a decirle. Al contrario, creí que podría convencerlo de que esta era mi escena, mi lugar común. La primera vez hasta fingí que sabía lo que estaba pidiendo de tomar, fingí que sabía los precios, fingí que sabía dónde debía sentarme. Todo mientras fingía, también, que no lo estaba dejando llevarme a dónde él quisiera, tomando lo que él tomara. Fue un trabajo difícil y cansado. Uno sólo puede fingir hasta cierto punto.

Por otro lado, él tampoco estaba poniendo tanta atención. Tal vez alguien más se hubiera dado cuenta, pero él no lo hizo. Y eso no me pareció ni remotamente sospechoso.

Supongo que ahora podría dejar de fingir que busco a alguien conocido. Dudo que me haya seguido con la vista para ver dónde me siento, así que voy a pararme aquí, y escuchar la música. Si algo me ha hecho regresar, después de aquella primera vez, es eso: la música, el humo, el alcohol. Puede no haber sido por lo que vine en primer lugar, pero eso pretendía. Supongo que en algún momento dejé de fingir y empecé a sentirlo en realidad. Supongo que es mejor empezar fingiendo que sientes algo y luego sentirlo, que empezar fingiendo que no sientes tanto para luego tener que obligarte a hacerlo.

Ahora supongo que, si no hubiera fingido todo, las cosas hubieran sido diferentes. Tal vez podría haber disfrutado honestamente de las pláticas con sus amigos. O podría haber hecho comentarios originales, en vez de reírme como estúpida de todo lo que ellos dijeran. Pero supongo que ahora ya no tiene caso pensar en eso.

Lo que más me molesta de haberlo visto junto a mí en esa barra, es que ahora no puedo pensar en otra cosa. Normalmente estaría regresando a mi casa (ya es demasiado tarde, después de todo), o disfrutando la música, o tomando otra cerveza. Pero ahora no puedo dejar de fingir que no estoy volteando hacia la barra, buscándolo y rogando no tener que volver a verlo con otra mujer. Porque lo haría. Si otra mujer llegara y lo besara frente a mí, tendría que verlo, y recordarlo, y fingir que no me importaba mientras lo hacía.

Estar en un bar sin una cerveza en la mano no tiene ningún sentido, así que tendré que acercarme otra vez. No es que quiera acercarme otra vez. O al menos puedo actuar perfectamente como si no lo hiciera. También puedo actuar como si me estuviera divirtiendo, como si estuviera pensando en otra cosa y no en él. Como si no estuviera tratando de acercarme lo suficiente para saber si todavía huele igual, si su espalda se siente igual mientras me recargo junto a ella. Puedo simplemente acercarme a la barra y decir:

“Me das otra cerveza, por favor.”

Y sacar un billete y dárselo al tipo de la barra y esperar mi cambio. No puedo fingir que no lo veo. Eso es demasiado obvio. Así que simplemente volteo hacia donde está y sonrío, esperando que eso sea suficiente para no parecer demasiado interesada. En el momento en el que me voltea a verme, y sonríe, sé que está borracho. No debería ser ninguna novedad. Parece la mejor persona del mundo cuando está borracho. Es amable, ingenioso, coqueto. Claro que no hago nada que haga notar que yo me doy cuenta de esto.

Tomo mi cerveza y digo “Salud” ante él y sus amigos, y me voy. No es que quiera que piensen que tengo un lugar más interesante en el que estar. Ya no hay tanta gente como para fingir que estoy con alguien más, de todos modos. Simplemente no puedo quedarme ahí.

Después de esta cerveza tengo que ir al baño. Me observo en el espejo y me doy cuenta de lo diferente que me veo. No puedo fingir que soy la misma que antes. Si hubiera sabido que iba a verlo me hubiera puesto otra cosa, lo hubiera intentado más. Él no es especialmente sensual. No es el tipo de hombres que inspiran a quitarse la ropa en el momento que los ves. No a las demás mujeres. Pero yo siempre parecí gustarle. La primera vez que vinimos me lo dijo, al menos.

Supongo que es hora de que me vaya. Puedo hacerlo sin parecer demasiado aburrida. Tal vez puedo llegar a la salida sin que me vea. Lo más seguro es que no se dé cuenta, de todos modos. Justo cuando voy a abrir la puerta, ésta se abre, y él entra.

“Perdón, no sabía que estaba ocupado.”

“No te preocupes, ya voy a salir. Aunque supongo que deberías intentar en la puerta de a lado, me han dicho que es la más adecuada para ustedes.”

No puedo dejar de intentar ser graciosa, con él. Divertida, sin preocupaciones, dispuesta a todo, sarcástica, sin ningún apego al mundo. Funciona y él se ríe. Eso también lo hace igual. Se recarga en la pared junto a la puerta y cierra los ojos. Siempre me impresionó su capacidad de disfrutar tanto algo como descansar junto a la puerta mientras está borracho.

“No te vayas.”

Entra al baño y yo le hago caso. Trato de hacer algo con mi cabello, porque eso es lo que hago: fingir que tengo otras cosas en la mente, que no hago lo que hago sólo porque pueda tener una repercusión en él y en la forma en que me ve. Para crédito suyo, cuando sale se lava las manos. Nunca pensé que hiciera eso. Luego pasa sus manos mojadas por su cabello. Antes lo tenía largo, y ese gesto tenía sentido.

Me ve en el espejo. Ambos preocupados por nuestra cabellera, fingiendo que nunca hemos estado juntos aquí. Yo estoy fingiendo, al menos. Tal vez él ni siquiera se acuerda. Cuando se acerca y me besa, al mismo tiempo que mete su mano, todavía un poco mojada, bajo mis pantalones, hasta se siente normal. Hasta parece que es lo que iba a hacer todo el tiempo. Ni siquiera se siente nuevo o incómodo, porque hemos hecho esto antes.

Pongo mis brazos alrededor de su cuello mientras toco su recién recortada cabellera, húmeda. Y todo parece igual, como era. Su aliento sabe igual, la cerveza era igual, la marca de cigarros era igual. Los sonidos que hace son iguales, y ésos son los que me hacen abrir los ojos. ¿Cómo puede ser que todo sea igual?

“¿Qué pasó en todo este tiempo?”

“Ah, sí. Crecimos.”

Lo dice sonriendo, mientras pone sus manos en mi pecho. Bueno, sí, crecimos. Pero para mí todo es igual. Todavía estoy fingiendo que esto es normal y que en la mente no estoy ya preguntándome qué significa todo esto: si soy tan irresistible que no pudo esperar para venir a buscarme, si ha estado pensando en mí todo este tiempo, si de verdad siempre le he gustado pero nunca había tenido la oportunidad de hacer nada, si sólo tenía ganas de ir al baño y sucedió que yo estaba aquí. Ni si quiera son sus besos lo que me emociona: es que todo sea igual, que él parezca estarlo disfrutando. Suena como si lo hiciera.

Cuando se abre los pantalones, yo me recargo automáticamente en la pared y empiezo a bajarme los míos.

“¿Te acuerdas de la primera vez?”

No recuerdo una peor.

“No mucho, estaba borracha.”

Menos que ahora, definitivamente. Pero él nunca lo supo.

Pienso que hasta esto es igual, mientras hace a un lado mi ropa interior, con cuidado, disfrutando de la sensación mucho más que yo. La verdad es que no recuerdo haber sentido nada aquella vez. Ahora puedo al menos sentirme en un territorio conocido, puedo al menos sentir que he vencido una pequeña batalla contra el tiempo. En este momento tengo algo que nunca más iba a tener. Puedo disfrutar el cómodo movimiento conforme va creciendo, puedo disfrutar de su aliento en mi cuello, de su cabellos pegado a la piel de su frente por el sudor, de su característico olor que estará pegado mañana a mi ropa. Eso es lo único que quiero, algo que pueda recordar después, cuando tenga que fingir que nada ha pasado. Hago lo que hago sólo para poder recordar que alguna vez sucedió.

Cuando me muerde en el cuello, sé que todo ha terminado. Y puedo verlo de nuevo, como la primera vez: respirando rápidamente, lleno de sudor, con la ropa fuera de lugar y el cabello alborotado. Esto es lo que quiero recordar.

Me acomodo la ropa mientras él hace lo mismo, sin vernos a la cara. Él no me ve, al menos. Luego se observa en el espejo y trata de decirme algo mientras busca sus cigarros en las bolsas del pantalón, pero no lo dejo.

“Me quiero ir a mi casa.”

Ahora sí que me mira a los ojos. Por un momento, creo que tal vez se acuerda de la primera vez, pero luego me dice:

“Yo también, ya es tarde.”