junio 04, 2006

World in my eyes

And we won’t need a map, believe me
-Depeche Mode

Aquí estoy otra vez, haciendo un nuevo intento por volar en avión sin tener un ataque neurótico. Debo reconocer que llevo 391 minutos sin hiperventilarme. Después del despegue, lo único peor que hay son: el aterrizaje y las turbulencias.

No ha habido turbulencias hasta ahora, lo cual es bueno, pero apenas vamos a entrar al mar abierto. Hemos estado volando sobre toda la costa hasta ahora. Supongo que es mejor estrellarnos en alguna montaña que en el fondo del mar. Si tenemos suerte, la arena podría acolchonar la caída. O no.

Y todo este tiempo he estado demasiado consciente del tipo sentado a lado de mí. Debí haber pedido el asiento del pasillo, en caso de que tuviera que salir corriendo y gritar que el fin del mundo estaba cerca, pero llegué demasiado tarde al aeropuerto. El único lugar disponible era éste, en la fila 14 (que todos sabemos que en realidad es la 13), y en la ventana, para variar. En cualquier otra circunstancia, no hubiera volteado a verlo dos veces. Ha estado despeinado desde mucho antes de quedarse dormido y empezar a roncar como si estuviera en la comodidad de su cuarto.

Ahora no sólo tengo que controlar mi respiración, repetir “el avión no se va a caer” 25 veces antes de que empiece cada canción de esta horrible playlist e ir al baño cada hora, también tengo que empujar las piernas de mi vecino de asiento, que las avienta alrededor suyo como si no fueran parte de su cuerpo. Mi espacio es mi espacio. Si voy a morir, al menos que sea con mi espacio personal intacto. Cierto, el tipo tiene un cuerpo largo, debe ser un infierno acomodarse en uno de estos asientos. Supongo que por eso ganó el lado del pasillo. Pero la forma en que ronca me hace pensar en que ha logrado acomodarse bastante bien.

Yo, por otra parte, me estaba quedando dormida cuando sentí un pequeño movimiento que me hizo pensar en un desplome inevitable, para luego darme cuenta de que el tipo se estaba robando mi cobija. Empiezo a respirar rápido otra vez, pero sé que ahora es por coraje y no por miedo. Me levanto y salgo al pasillo, camino al baño. Espero pisar una de sus piernas en el intento.

Si tan sólo pudiera pedir una cerveza (o diez) seguro me daría suficiente sueño como para dormir, pero mi mamá se aseguró de decirle a todos los que quisieran escucharla que era menor de edad y que debían cuidarme como a la hija de un diplomático europeo. También intenté robarle un tranquilizante, pero debía haber previsto que ella misma se los había tomado todos antes de que yo pudiera acercarme a su bolsa.

Así que ahora estoy en el baño y hago lo único que puedo hacer: meter la mano en mis pantalones. No es el lugar más cómodo, pero he hecho esto antes. Suficientes como para saber que es mejor quedarme parada, con las piernas abiertas, y no bajarme los pantalones, sólo abrir el cierre lo suficiente para que mi mano quepa, pero quede apretada contra el hueso púbico. La vibración ayuda. La turbulencia no. Por eso, es mejor estar recargada de frente contra la puerta. Me recargaría contra la ventana, pero entonces tendría que ver la montaña en la que vamos a estrellarnos, o el océano en el que voy a ahogarme. Eso arruinaría mi concentración.

Normalmente no tengo que pensar en nada durante estos minutos, sólo cerrar los ojos y asegurarme de mover el dedo índice arriba y abajo las suficientes veces para empezar a sentir como todo se cierra en ese único punto. Normalmente no hago ruido tampoco. Pero hoy, justo cuando estoy viendo el círculo cerrarse con más y más velocidad, escucho una voz en la bocina junto a mi oído que dice: “Queridos pasajeros, queremos informarles que estamos pasando por la costa sur de Groenlandia. Esperamos que disfruten de la vista”. Volteo instintivamente a la ventana. Morir en el hielo. No hay nada más de lo que puedo sentir ahora. No puedo evitar gritar.

Regreso a mi asiento y hago un nuevo intento por pisar a el tipo al pasar sobre él. Me siento y jalo la cobija para evitar que él la toque.

Una hora después, cuando estoy pensando en levantarme para ir al baño, siento una mano sobre mi pierna. Volteo a ver a el tipo. Tiene los ojos abiertos y sus labios están cerca de los míos.

“You don’t have to move, you just sit still”.

Las manos se ponen en movimiento. Es todo lo que hay.