marzo 13, 2005

uno a uno

ay braulio, las cosas que serían si me pudiera arrejuntar más contigo. las ganas, las cosquillas de desgajarte la camisa por costumbre y saberte las puntas de los pechos caídos. verlos uno a uno.

te estás vistiendo y me pregunto si tus mujeres ven lo mismo que yo. la pelusilla oscura de tus piernas, de tus ingles.

hace unas horas busqué con la boca los lugares más salientes, las cornisas del cuerpo. nos encontramos y nos montamos a horcajadas, cadera contra cadera.

al oído me dijiste pierde el que se venga primero. a veces me gusta pensar que juntos cabalgamos hasta el horizonte y el silencio.

cuando salió el sol, yo seguía en vigilia. me moví despacio entre las sábanas para no despertarte. abriste tus ojitos negros, cansado pero sorprendido con el suave raspado de tu verga contra mi mano.

braulio, las cosas que en otro lado son verdad aquí nomás son puro deseo.

te zafaste de mí y buscaste tus cosas. no encontrabas tus calcetines y zapatos. yo sabía que estarían tirados lejos, a un lado del sillón.

te estás vistiendo, te pones la camisa, cargas los zapatos. me queman las marcas en tu espalda. abres la puerta. te miro hacerte el macho, braulio, ahogándome, siempre volviéndote más hombre.

yo débil y sin fuerzas sobre mí mismo, aun cuando tú también me sujetas debajo de las sábanas.