agosto 20, 2006

Ciudad de locos

“por qué esa carrera en la noche entre autos desconocidos donde nadie sabía nada de los otros, donde todo el mundo miraba fijamente hacia adelante, exclusivamente hacia delante”. Julio Cortázar.

El otro día recibí un correo. Tengo activado el Junk para evitarme leer los mensajes de quienes quieren que alargue mi pene a pesar de que no tengo uno. Éste decía: Tu admirador secreto. Ajá. Claro, no reconocí la dirección y le puse palomita en el cuadro para borrarlo. Le di Eliminar pero la página no se cargó. Los trastabilleos de mis dedos que temblaban un poco -y es que había tomado mucho café y además malabareaba con un cigarro en la mano derecha- me hicieron darle click al mensaje en lugar de tratar de borrarlo otra vez:
Tú no me has visto a mí, pero yo sé que tomas todos los días el metro a la misma hora, algunas veces vas más apurada. No soy un perseguidor psicótico en ésta, la ciudad más caótica que conozco. Sólo es que un día te vi, y luego, al siguiente también, y a partir del tercero decidí adherirme a tu rutina para verte llegar bien al camino que compartimos. Yo me bajo en el Zócalo, tú, no sé. Verás, toparse a la misma persona desconocida más de una vez en esta ciudad, y acordarse de su rostro, no es algo cotidiano. Puedes decir ¡ah! qué casualidad, sonreírte y seguir tu camino, o puedes interpretarlo como un signo. ¿Tú, qué pensarías?
Me fue inevitable cambiar mi rutina al día siguiente, y es que sí, siempre me subía por las mañanas al mismo vagón, el del fondo. Tomé la determinación de abordar el metro en una estación distinta y en vagones diferentes. Así por una semana. Un día, un niño vendedor de reaggetón me coló un papelito:
Te entiendo. Siempre le huimos al destino cuando nos es desconocido, porque es potencialmente fatídico. Ciudad de locos.
Él estaba ahí, o había estado. No pude evitar buscar a mi alrededor con la mirada, a pesar de que le temía y podía finalmente encontrarlo. Casi todos dormían, nadie me respondió. Yo me bajé y corrí a tomar un taxi fuera de la estación.

Desde el principio, muchas preguntas cruzaron veloces: ¿cómo es que tiene mi email?, sabe ya cómo me llamo, tal vez de dónde vengo, ¿sabrá dónde vivo? Un golpe seco congeló mi sangre, y el frío que nació en mi estómago me llegó hasta las manos. Me seguiría un día por la noche, o tal vez al salir temprano de casa a la madrugada, aún oscuro. Me subiría a un auto y me llevaría a una casa solitaria, para no regresar. Me visualicé atada a una cama y semidesnuda. Casi sentí su lengua húmeda y ansiosa correr entre mis piernas, mientras yo, inmóvil, no podía detener al bicho que me exploraba con toda la malicia que había guardado por este tiempo. En cualquier momento, escorpión, me podía atacar, y sus movimientos cabalgarme venenosos para hacerme morir mil y una noches de manera sucia, mecánica, obscena, y yo, ya sin fuerza, no me podría resistir más.

Algo tremendamente dulce tenía que disolver mi nudo en la garganta, y con Soledad, pasé una noche tratando de olvidar cualquier cosa. Viendo películas dulces o filosóficas que nos raptaran, pero voluntariamente, la conciencia del mundo por un momento. Fue entonces que me bañó su pregunta como una lluvia ligera pero continua, levantando ahora un olor verde y el ambiente fresco de la tierra mojada: ¿tú, qué pensarías?... puedes decir qué casualidad… o puedes interpretarlo como un signo.

¿Por qué sólo le permitimos el juego de las pistas a Montmartre?, ¿por qué sólo nos maravilla el encuentro de extraños en esa película de rotoscope? Todos manejamos a ochenta kilómetros por hora, hasta que el accidente nos estanca la marcha a contrarreloj y nos atasca. El mundo cambia, el escenario se personifica, y todos tienen rostros y nombre e historia. Y luego, uno de ellos nos enamora, y es el guiño que esperábamos todo el tiempo.

Esa noche nos soñé. Y todo iniciaba en un café en cualquier parte. No, no. En el centro, en ese lugar desde donde podíamos ver los campamentos en Madero, y hablar de ellos y de Atenco y de la mierda que es este mundo. ¿Por qué me pasé por alto desde el principio que escribe tan bien? Luego paramos a hacer unas jirafas amarillas de cartón en el corredor, mientras una viejita vestida de azul pasaba con un cartel del candidato y con la mano alzada gritaba ¡Vooooto por voto, casilla por casilla! Llegamos después al mero centro, y las del taller de arte nos pasaron incienso en su rito a la madre tierra de las dos de la tarde. Nos sentamos frente a Templo Mayor, con unas cervezas frías disfrazadas en bolsitas de plástico, hacía calor. Ahí, leímos un rato, cada quien a su cada cual, y recorrimos luego de vuelta toda la ruta para perdernos en la instalación de Soto frente a Bellas Artes. Una selva sintética de lianas amarillas, donde nos vimos al fin más desinhibidos, excusados por el juego de dar vueltas y desaparecernos y reencontrarnos después.

Subimos al metro, y nos deshicimos entre los demás cuerpos de domingo que también buscaban regresar. Poco a poco, en cada estación, cada vez más lejos. Sin habla, sin sonido en las articulaciones de las bocas, jugando a la mímica de las palabras. Así, con la corriente de río, se fue. Nos encontramos por la noche en el sueño del sueño. Ahí, como en aquella imagen del escritor, nos dibujamos, aunque por vez primera, los ojos, la nariz y luego la boca, en un ejercicio simultáneo, en la oscuridad de ninguna parte. Perdidos, en un lugar donde sí nos permitimos aventurarlo todo, anulamos el miedo que nos infunde señora prensa en su nota roja de ciudad, que al día siguiente leería en alguna de sus primeras planas: "Ataca de nuevo asesino virtual".

20 comentarios:

Anónimo dijo...

Es curioso lo real que me paerce tu cuento, me atrevería a preguntarte si esta basado en una experiencia propia pero soy incapáz.
Me has dejado esa sensación de curiosidad tan obcena que todos llegamos a tener en momentos así.
simplemente es demasiado real. Que fuerza.
Has descrito tan bien lo que se siente, de verdad que es intrigante.

Buen cuento.

Saludos desde mi esquina.

Anónimo dijo...

Lula!!! ke rol??? Si, ya c, no te gusta ke eskriba kon 'k', pero ke kieres ya es parte de mi personalidad en este mundo virtual jaja. Te extrañamos lula :(. Por eso es imporante ke no tardes tanto en escribir. Este cuento lleno de alguna manera el hueco del contacto físico (porque el contacto por mail y msn ahí está) que nos dejaste.

Muy chido lula, muy chido. Coincido con el compañero de la esquina muy real.

Un abrazo!

Anónimo dijo...

El cuento mezcla la ficción con la realidad. Aprovecha sucesos actuales para situarlo en un contexto defenio. Me encanta el estilo, creo que es excepcional. Soy testigo de una escritora extraordinaria.

Anónimo dijo...

No pos asi quien no!!

me encanto, tiene todos los elemntos necesarios para atraparme de una manera brutal.

sssssssss...
un beso a la dueña de los deditos que teclearon esto, y gracias por existir en mi realidad lula te quiero un chingo.

Anónimo dijo...

hola, me gusto leerte, me transportó a otros momentos y me lleno de recuerdos sobre el DF.
gracias! un gran beso

El Vago dijo...

Dos cosas:

a) Es compañera la de la esquinita.
b) Una dulce entrega esta, cargada de un erotismo tan levemente pronunciado que es casi invitador a una continuación forzada en la intimidad de la propia imaginación.

Excelente cuento.

Xitlally Romero dijo...

"y sus movimientos cabalgarme venenosos" jeje te lo dije, me encantó esa frase. real y ficticio, agregaría yo a los comentarios anteriores, creo que los personajes viven por sí solos. muchos besos

jennivora dijo...

me gusta que el cuento no esté redondo; qué buen manejo de la intriga. aprieto dedito!

Anónimo dijo...

¡ujú! gracias, gracias. por leerme y luego, por escribirme. qué bueno que lo disfruten. nada hay mejor :)

Anónimo dijo...

Me gustó mucho, me pareció muy tierno. Creo que es el que más me ha gustado de los cuentos que has publicado aquí... un abrazo hasta allá! (:

Anónimo dijo...

Hola Lula! Muy Interesante!!!. Tu cuento me mantuvo todo el tiempo metida en él y realmente lo viví, gracias por esa sensación!, sólo que si me dejo un poco más paranóica jajajaj

Anónimo dijo...

genial, luluza. Como todo. saludos

Anónimo dijo...

esta para leerlo, morirse y volverlo a leer... me parece húmedo/ansioso/sucio/obsceno de tal manera que me encanta

En cualquier momento, escorpión, me podía atacar, y sus movimientos cabalgarme venenosos para hacerme morir mil y una noches de manera sucia, mecánica, obscena, y yo, ya sin fuerza, no me podría resistir más.

los ojos, la nariz y luego la boca, en un ejercicio simultáneo, en la oscuridad de ninguna parte.

Anónimo dijo...

El mundo cambia, el escenario se personifica, y todos tienen rostros y nombre e historia. Y luego, uno de ellos nos enamora, y es el guiño que esperábamos todo el tiempo.

Me hiciste extrañar el metro, justo esas caras extrañas que haces tuyas al encontrarlas cada mañana en tu cotidiano, en ese transporte que es de todos, lleno de locos y soñadores...

leerte me hace extrañarte menos...

te quiero prima, y felicidades!!!!

monocristal dijo...

wow
nada más que decir
wow...

el andrei dijo...

qué maravilla, siempre da gusto conocer a gente brillante. en cuanto al cuento, puedo decir que hacía mucho no me atrapaban en un contexto defeño. coincido en el buen manejo de la intriga y en esa intensidad casi real.

m.e. dijo...

muy agradable... hay una frase que no voy a olvidar... "Y luego, uno de ellos nos enamora, y es el guiño que esperábamos todo el tiempo."

Anónimo dijo...

Intenso, curioso

deseo saber más...

Kluzter Benavides dijo...

Ufff...

no sabes del placer que fue leerlo... así como lo de perderse en los filmes, así me quedé... empecé a leerlo y me decía ba vien (estoy pensando con errores de ortografía) va muy requetebién... y terminé por dejar de calificarlo, comencé a vivirlo, a seguirla cada día, incluso a admitir que alguna vez seguí a alguien de manera similar que el asesino.
Mi versión era más rosada y poética y sin agresiones claro está.
El poder compararlo con lo que viví, pues qué... te hace glorificar cada texto que identifiques no?.

Es increíble cómo me perdí en conocerlo y desmenuzarlo todo. Lo leería una y más veces más.

No sabes... la verdad el goce que fue leerlo.

Andrea Grimaldi dijo...

Interesantísimo, sí señor. No tiren el blog, señoritas...