mayo 06, 2006

María

María odia su nombre porque es terriblemente arquetípico. Pero adora la manera en que cada uno de ellos lo dice. El uno distraídamente, casi tropezando con otras palabras, tenue e indiferente. El otro jugando, saltando en anécdotas infinitas hasta que se olvida de por qué la llamó. Ninguno le llama María amorosamente ni entre susurros. Por eso los ama.

María se divierte cuando, solos al fin, los tres se miran maliciosamente como la primera vez. Jules, como siempre, distraído. Jim, como siempre, juguetón. María riéndose. Tira sus zapatos en señal de acción y Jim se lanza a sus pies. Recorre con su boca cada dedo, gozando tal vez más que ella en una perversión satisfecha de antemano. Jules se queda mirando. Ella lo sabe. Se desabotona la blusa y se recorre en su propia perversión, acalorada, despeinándose. Jim avanza por sus piernas, ya sin playera y todo ansioso. Entonces Jules cobra vida desnudando el torso de María con su lengua, con sus mordidas, con su deseo. Y María suelta el cabello, se ríe y los deja hacer. Jim se entretiene en los muslos mientras los otros se besan y en el colmo de la exaltación deja desnuda a María. Ella pierde el sentido.

Son felices a su modo. Hay cóctel de frutas lunes y jueves; huevos martes y viernes; pan tostado con mermelada miércoles y sábados; café todos los días, y los domingos desayunan fuera. Su rutina es más bien un ritual que sólo se rompe de vez en cuando. Cuando, por ejemplo, la lengua de Jim excita el vientre de María y ella puede imaginar su erección en la dureza de sus pezones, en las mordidas y arañazos que le inflinge a Jules. En los besos con que éste arrincona el éxtasis de María. Jim muerde sus senos y acaricia el clítoris de María, las manos de ella incitan a Jules, y él se distrae en sus caderas. Ahí comienza la batalla para ganar el derecho a poseerla. Si Jim gana, María despertará a su lado con las sábanas ensangrentadas de ambos y pequeñas navajas regadas en el piso. Si gana Jules, despertará con un dolor entre las piernas y con él de bruces encima.

Un año antes de conocerlos, María había visto Jules et Jim en el cine.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Oye, en verdad cada vez, me es más difícil entender los cuentos :S

Suza Ruiz dijo...

yo no creo que haya nada especialmente difícil de entender... de hecho, qué rico tu cuento! ja!

Anónimo dijo...

Por alguna razon me recuerda la cancion "deja te conecto" de Zoe... pienso en sonidos jaja. A+++ para el cuento.

Anónimo dijo...

mmm me pareció sumamente cachondo y cochambroso, bastante erótico, una buena lectura... sin embargo, la parte de las navajas no me gusto, sorry :S

Xitlally Romero dijo...

sí, es una película de Francois Truffaut, muy buena

Kluzter Benavides dijo...

ahora no hay de otra... hay quever la pepelícula a media luz... con la mejor compañía y después a volver acá y disfrutar con nuevos ojos lo que ya sabemos de antemano.

Gracias por el escrito novedoso... ansío entenderlo con la película.


igual que pasó con el relato del menage a trois con el jazz.

ga dijo...

nice :)

como dato algo irrelevante, la frase "feliz a su modo" siempre me ha ocasionado problemas...

Anónimo dijo...

jajaja "todo ansioso"... bueno niña, como siempre me deleitas, si no es con tus lunares, con esto... leí tu cuento rápido y despacio, y me gusta precisamente porque no es necesario entenderlo, es un coctel de frutas y a veces la piña te escalda la lengua, a veces la miel de maple resulta empalagosa, a veces hasta me imagino un hot cake! jajaja con su bolita de mantequilla y todo a la orilla del mar en un hotel blanco... mmmmmm delicioso!

Anónimo dijo...

Francois Truffaut huh!? rofl*

m.e. dijo...

me gustó mucho, me recordó a otra película francesa cuyo nombre no recuerdo...

DD dijo...

habia alguien en este mundo de los blogues que llamaba a su amado jules. me agradaba mucho, ella me gustaba mucho